miércoles, 27 de julio de 2005

Concepto de paredro (para... aclararle? las cosas a Gaya)

De la ciudad se irá hablando en su momento (hay incluso un poema que se citará o no se citará), así como de mi paredro podía hablar cualquiera de nosotros y él a su vez podía hablar de mí o de otros; ya se ha dicho que la atribución de la dignidad de paredro era fluctuante y dependía de la decisión momentánea de cada cual sin que nadie pudiese saber con certeza cuándo era o no el paredro de otros presentes o ausentes en la zona, o si lo había sido y acababa de dejar de serlo. La condición de paredro parecía consistir sobre todo en que ciertas cosas que hacíamos o decíamos eran siempre dichas o hechas por mi paredro, no tanto para evadir responsabilidades sino más bien como si en el fondo mi paredro fuese una forma del pudor. Sé que lo era, sobre todo para Nicole o Calac o Marrast, pero además mi paredro valía como testimonio tácito de la ciudad, de la vigencia en nosotros de la ciudad, que habíamos aceptado a partir de la noche en que por primera vez se había hablado de ella y se habían conocido sus primeros accesos, los hoteles con verandas tropicales, las calles cubiertas, la plaza de los tranvías; a nadie se le hubiera ocurrido pensar que Marrast o Polanco o Tell o Juan habían hablado los primeros de la ciudad, porque eso era cosa de mi paredro, y así atribuir cualquier designio o cualquier ejecución a mi paredro tenía siempre una faceta vuelta hacia la ciudad. Éramos profundamente serios cuando se trataba de mi paredro o de la ciudad, y nadie se hubiera negado a acatar la condición de paredro cuando alguno de nosotros se la imponía por el mero hecho de darle ese nombre. Desde luego (todavía hay que aclarar estas cosas) las mujeres también podían ser mi paredro, salvo Feuille Morte; cualquiera podía ser el paredro de otro o de todos y el serlo le daba como un valor de comodín en la baraja, una eficacia ubicua y un poco inquietante que nos gustaba tener a mano y echar sobre el tapete llegado el caso. Incluso había veces en que sentíamos que mi paredro estaba como existiendo al margen de todos nosotros, que éramos nosotros y él, como las ciudades donde vivíamos eran siempre las ciudades y la ciudad; a fuerza de cederle la palabra, de aludirlo en nuestras cartas y nuestros encuentros, de mezclarlo en nuestras vidas, llegábamos a obrar como si él ya no fuera sucesivamente cualquiera de nosotros, como si en algunas horas privilegiadas saliera por sí mismo, mirándonos desde fuera. Entonces nos apresurábamos, en la zona, a instalar nuevamente a mi paredro en la persona de cualquiera de los presentes, a sabernos el paredro de otro o de otros, apretábamos las filas en torno a la mesa del Cluny, nos reíamos de las ilusiones; pero llegaba poco a poco el tiempo en que reincidíamos casi sin advertirlo, y de postales de Tell o noticias de Calac, del tejido de llamados telefónicos y mensajes que iban de destino a destino, se iba alzando otra vez una imagen de mi paredro que ya no era la de ninguno de nosotros; muchas cosas de la ciudad debieron venir de él, porque nadie las recordaba como dichas por otro, de alguna manera se incorporaban a lo que ya sabíamos y a lo que ya habíamos vivido de la ciudad, las aceptábamos sin discusión aunque fuera imposible saber quién las había traído primero; no importaba, todo eso venía de mi paredro, de todo eso respondía mi paredro.

Fragmento de 62/Modelo para armar de Julio Cortázar.

Mi paredro han sido varias personas a lo largo de mi vida pero más ke eso he sido el paredro de unos cuantos, hasta una vez pasó con Xtián ke él me ha dado el título de paredro en el principio de nuestras vidas por años, título ke se ha invetido con el paso del tiempo: estos últimos años, cuando nos encontramos con Xtián mi paredro es él. Reconozco ke ha sido más por decisión propia ke por ajena. Es más, en este momento sólo El Principito puede darme el título de mi paredro. Aunke si alguien más me lo diera no podría negarme, porke bien claro está en el texto: uno no puede negarse a la condición de mi paredro ke le dá otro. Es ineludible. Tan ineludible como ponerse a pensar acerca del concepto de paredro y su condición... in eludible.

8 comentarios:

  1. Gaya, haceme caso... arrancá con "Salvo el Crepúsculo" y enamorate tranquilo.

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  2. Después de esto Gaya no pasa de Isidoro Cañones, acordate lo que te digo :D

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  3. UH !
    Lo leere esta noche, la semana quie viene veo detalles con el traductor y preparo una monografía para Septiembre.
    Gracias Ang.

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  4. nooo, ya decia yo que no tengo que empezar por 62.
    Sensaciones encontradas.
    lo tengo que leer mas, Uds. disculpen mi brutez

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  5. Es ke yo te dije! No se puede empezar con 62...

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  6. Eu!
    Ansh, me creerías si te digo que no entendí un moco de todo esto?
    Cuando quieras... mandá la versión en castellano.
    Sí, sí, ya sé.
    Es la mononeurona.
    No ta más, se fé, capotó, KAPUT!

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  7. Alguien podría explicar con sus propias palabras el concepto de paredro? (Mafi, Boni?) Yo no puedo porke recién comienzo el libro... Aparte tendría ke saber de cosas ke desconozco en literatura... o sea... tendría ke llamar a nuestra estimada amiga Hijadedorio, ke de estas cosas sabe y pila...

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