jueves, 25 de junio de 2009

Confesión


Veo que muchos de mis amigos bloggeros hacen terapia. Veo que muchos la continúan en el tiempo, mas allá de haber resuelto sus problemas o no.
Yo de chiquita tuve siempre algo de psicóloga, y amo el psicoanálisis. Cursé 2 años de la carrera y dejé por motivos externos a la carrera misma; también, porque por esas épocas reconocí que odio estudiar. Ojo! no aprender. Amo aprender. Odio estudiar sintiendo que no aprendo nada.
Tuve 2 psicólogas en mi vida, que en su momento me fueron de ayuda.
La primera que tuve, Noemí, me gustaba porque tenia pinta de loca, usaba unos vestidos que parecían camisones y unos abrigos que parecían desabillés. Andaba siempre despeinada. Noemí "me hizo ver" que estaba decepcionada del matrimonio y de su mano concluí en separarme de mi primer marido. Aquí ella me dió el alta. Separarme me llevó 2 largos años. A los 2 meses de consumada la separación, me enamoré como una loca desaforada, despeinada y en camisón, y me mudé con mi segundo marido.
Después conocí a Mirtita. Mirtita me ayudó mucho hace un par de años con un tratamiento de fertilidad que tuve que hacer. Me recomendó que hiciera yoga. Empecé esa misma semana. Con el tiempo, empecé a faltar a las sesiones de terapia para ir a hacer más yoga. Me inscribí en el instructorado. Me recibí. Comencé a dar clases. Ahora estoy haciendo el profesorado. El tratamiento de fertilidad no dió resultado. Mirtita... más o menos. Me auto-dí al alta cuando descubrí que el dinero no me alcanzaba para la terapia y los cursos del profesorado.
Confieso que con ambas profesionales me pasó, que en un momento de la terapia, empecé a pensar que eran mas estúpidas que yo (¿y que sentido puede tener hacerse analizar por alguien más estúpido que uno?) (jajajajaj ya puedo leer tu comentario, Maf)
Yo tenía entendido que la transferencia ocurre cuando uno idealiza a su profesional, pero, ¿puede ser que ocurra al revés? ¿Es posible que termine pensando que soy más inteligente que ellas y no merecen atender mis inquietudes? (Mafi te estoy mirando!)
Así y todo, a ambas les doy el crédito que merecen, porque cuando Noemí dijo "lo que te pasa es que estás muy decepcionada de tu matrimonio" en mi interior se disipó todo, ¿vieron como cuando tenés la nariz muy tapada y se destapa de golpe? Bueno, así. Y no puedo dejar de reconocerle a Mirta el hecho de ser la que abrió la puerta para que me animara a hacer algo que hacía tiempo quería hacer en mi vida, aparte de tener un bebé, puesto que el yoga cambió mi vida para siempre.
En síntesis, la confesión era: abandono la terapia cuando empiezo a sospechar que soy más inteligente que el terapeuta.
Locas o estúpidas, inteligentes o no, y de alguna forma u otra, siempre me ayudaron. Lo que no termino de entender, es porqué ahora tengo esta certeza de que la terapia no me sirve. (Si soy asi, que voy a hacer, naci buen mozo y embalao pa querer!)

domingo, 21 de junio de 2009

Feliz día, viejo.

Desde que tengo memoria, el día del padre representó para mi un problema. Mi viejo, desde antes de nacer yo, se comportó toda la vida como un imbécil con mi vieja, engañándola y restregándoselo en la cara en cuanta oportunidad tenía, y aparte, arrastrando a la familia a una debacle total en forma de deudas y embargos. Desde un par de meses antes, yo sentía miedo al pensar que se acercaba el día en que supuestamente debíamos agasajar a la persona que era el causante de todos nuestros infortunios. Para completarla, la educación de mi madre no le permitía a ella dejar pasar el día como uno más, sino que debía "festejarse" pero ella no quería involucrarse demasiado con el tema. Entonces, desde días antes, me torturaba con preguntas como: "¿Vamos a hacer alguna comida especial para el día del padre?";"¿ Vas a hacer una torta, no? Sino, avisame que la hago yo..."; "¿Compraste algo para tu padre?"; "Me imagino que le vas a regalar algo..."; "Es TU padre...". Y lo peor, era el tono que utilizaba para soltar estas frases, era un tono de odio, de resentimiento, era como que ella no quería festejarle una mierda, pero se sentía obligada por vaya a saber qué.
Yo, en realidad, lo que siempre tenía ganas de hacer, era festejar con todo pero que ella no esté, para no lastimarla. Me sentía una equilibrista, caminando sobre la cuerda floja. "Tratar de demostrar una especie de reconocimiento, nada más, no exagerar en las demostraciones de afecto". Alguna vez me pasó que exageré, vino rico, torta, regalo, y abrazo largo, y ella se encerró toda la tarde en la habitación a llorar... Me partía el corazón porque tenia motivos, pero también me daba bronca, porque me ponía en una situación de recontramierda.
Siempre fui yo la única que le hizo un regalo, o una comida si no tenía dinero suficiente, o algo. Mis hermanos nunca o casi nunca le regalaban nada, sólo lo saludaban, muy tímidamente. Claro, ellos la habían pasado mucho peor que yo con él, porque yo lo agarré viejo y cansado, y con poco dinero para que pudieran quitarle las mujeres.
De esas épocas sólo podía rescatarme mi abuelo Juan, el papá de mi mamá, al que después íbamos a saludar con regalos y tortas y todo. Me gustaba ir de Juan, era un alivio, mi mamá agasajaba a su papá y yo estaba feliz de participar. Además, Juan era una poco mi papá también. Me sentía un poco culpable de esa alegría pero, como mi papá no me veía, no me hacía demasiados problemas.
Los últimos años, cuando yo ya no vivía en la casa, fue todo distinto. Si bien nunca desaparecieron los nervios por los sentimientos de mi madre, esperaba ese día con alegría. Lo sorprendía con algún presente pequeño, y un vino muy rico. Seguramente gastaba más en el vino que en el regalo. Me animaba a regalarle vino a pesar de la mirada de mi madre, que no quería que mi viejo tomara, por un lado, y tampoco querría que recibiera algo que le gustaba tanto como un buen tinto, supongo. Ya para esas épocas, su actitud me causaba más gracia que otra cosa. Pasaba poco tiempo con ellos y cuando lo hacía trataba de reservarme mi rato a solas para cada uno.
Esos días del padre fueron poquitos, habrán sido 4 o 5, después el viejo se me fue. Sufrí mucho cuando falleció, me sentí tan estúpida y tan hipócrita, tenía mucha bronca con mi vieja, quería irme con mi papá a darle todo lo que le negué, obligada o no, durante años.
Nunca fui de esas personas que felicitan a otros padres alegremente, recién ahora lo hago con mi marido o con mis hermanos, no más. Igualmente siempre trato de darle poca importancia, un poco por lo que conté y otro poco porque mi marido es padre, pero no gracias a mi. Eso también me hace sentir mal. Cada año menos, pero todavía me hace sentir mal.
Siempre me pregunto si algún día se revertirá esta situación. Si podré festejar el día del padre como me hubiese gustado a los 5, a los 11, a los 17 años. Si podré darle a alguien, todo el amor y el reconocimiento que creo que debería recibir un padre en su día. O como me gustaría que me festejen a mi si fuera madre, you know, con bombos y platillos. Pero todavía no puedo. Me cuesta dejar de pensar en los días del padre perdidos.

jueves, 18 de junio de 2009

Mix

Cuando era una adolescente todo el mundo me decía que yo tenía la cara de mi papá. Yo me ponía furiosa porque mi viejo no era muy agraciado, en cambio mi mamá era hermosa. Siempre lo fué. Por otro lado, por esas épocas yo me manejaba ante las cosas de la vida, como lo haría ella.
Hoy me sorprendo al ver en el espejo la mirada de mi madre (salvando la distancia impuesta por sus ojos turquesa, los míos son casi negros), los mismos gestos, las mismas arrugas que ya se van perfilando tímidamente. Veo el espejo y me doy cuenta cómo cada día que pasa, me voy pareciendo a ella, sobre todo en ese algo que tiene en la mirada, turquesa la suya y casi negra la mía. Veo el espejo y compruebo cómo todo mi rostro se va pareciendo al suyo.
Después, en otro momento - también mágico - me escucho dando una respuesta graciosa o sarcástica,(o porqué no las dos cosas) y me doy cuenta de en cuánto mi mente funciona como la de mi papá.
Ambas cosas son buenas. Me siento cómoda en este mix. Sobre todo porque mi papá ya no está, y yo pensaba que no me había heredado nada más que su cabello (gracias Dios!) y la forma de las manos... Me dejó mucho más que eso: la forma de relacionarme con los demás, el desarrollo de la autoestima, el gusto por vivir el día. Sobre todo eso, el gusto por vivir el día, por no estar aferrada al pasado y por no pensar demasiado en el futuro.
Carpe diem.

miércoles, 10 de junio de 2009

Hay veces que es mejor no escribir nada.