viernes, 5 de agosto de 2005

=)


Antes de que el cuarto fuese ocupado por nosotros -por mi llegada y tu ausencia- era limpiado y ordenado por la esposa del encargado. Ella arrimaba todo, los cuadros, los objetos, los muebles entre sí, lo más que podía, con la absurda pretensión de darme la sensación, acentuada, de que el cuarto era más amplio. Y seguramente era ella quien dejaba tus cosas ordenadas sobre la mesita, y quitaba el polvo de toda la habitación, excepto del cuadro de Rauschenberg que habíamos comprado frente a la plaza Karl Marx. Increpé a su esposo, a las autoridades concernientes, y llegué incluso hasta el encargado de arización de la mujer, -su origen semita era aún evidente- pero no logré mi cometido, por lo que decidí limpiarlo yo mismo, poniéndolo sobre mis rodillas, sentado en la litera, en el centro de mi desmesurada habitación.
Tarea esta, por demás ingrata, ya que, habiendo culminado todas mis labores diarias en la habitación, me demoraba unos minutos en despolvar el cuadro, antes de ganar la calle, mis ocupaciones y mis ansias de regresar al cuarto, y en ese lapso, crecía en mí la espantosa esperanza de que por esa alteración de nuestra rutina, mi moroso partir coincidiera con tu regreso y tu entrada barriera amorosamente el viciado aire del lugar, antes de recibir mi desacostumbrada presencia, y me la reprocharas con la mirada, como un espejo, y yo, apurando mis movimientos para salir amorosamente del cuarto, empezara una frase interminable que intentase justificar mi intrusión, enrevesando el sentido, con la supuesta intención de averiguar por tu día, e informarte de la hora de mi regreso, abriendo al mismo tiempo la puerta, para partir, a fin de que la insoportable incongruencia entre tu silencio y mi desmesurada perorata de habitación culminase en este punto. Y seguido entonces a regañadientes por mis lentos fantasmas, abro la puerta verídica y arrastro tu ausencia por el pasillo también real, hasta la vereda verídica, para que se diluya entre las siempre fascinantes calles de Rauschtenstein, aunque hoy atestadas de múltiples vicisitudes turísticas, cual Calcuta oculta en el corazón de los Pirineos.


Fragmento de Liechtenstein de Alejandro O. Pereyra.

3 comentarios:

  1. Acabo de largar una carcajada a las 05:27 AM de tal magnitud que ya escucho cómo golpean a mi puerta :D:D:D

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  2. Y pensar ke le iba a kitar la posibilidad de comentar y me olvidé...

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