sábado, 3 de septiembre de 2005

Los mares


Adentro mío confluyen dos mares. De más está decir ke es un desastre, porke cuando alguno de ellos está agitado el otro no puede sino responder al estímulo y agitarse también. Y sus aguas me inundan. Y es en esos momentos, cuando no puedo pensar, y lo único ke creo ke tengo ke hacer es salirme del cuerpo. Y no puedo lograrlo. Me es imposible. Y mi alma lucha por mantenerse a flote y lo hace, pelea con las olas furiosas aferrándose a lo primero ke encuentra a sabiendas ke lo va a lograr como tantas otras veces y aunke esta vez tampoco kiera lograrlo.
Y de golpe siempre sucede algo. Algo externo a mí y a mis mares ke no tiene nada ke ver con esta tormenta y la tormenta pasa. Y los mares se calman, ambos al mismo tiempo. Y las aguas bajan. Las siento bajar en los bordes de las pestañas. Y en mi nariz y - al fin - puedo dejar entrar en mí un poco de aire. Y lo lleno de ella hasta donde puedo, lo más ke puedo. Y una vez ke el agua se encuentra en su nivel normal (el cual podría decirse situado a la altura del ombligo, mas o menos) mi alma se siente apacible. Y se sacude las gotas como cuando no keremos mojar mucho la toalla y nos sacudimos la piel. Y se estruje el pelo, lo retuerce para dejar caer el sobrante. Y se incorpora y camina, descalza. Aunke sepa ke detesto andar descalza.
He sobrevivido a miles de estas inundaciones. Hubo temporadas en ke he tenido ke soportar dos o tres diarias, y así y todo aún no puedo acostumbrarme a ellas. No logro sentirme cómoda con mis mares. Y me doy cuenta ke no me va kedando tiempo y resto para aprender a hacerlo. Hasta muchas veces me he obligado a mí misma a hacer simulacros de inundaciones, pero no es lo mismo: el saber ke es un simulacro atenúa demasiado la descarga de adrenalina y se pierde el sentido de la simulación en sí. No es lo mismo.
A veces me pregunto cuándo llegará el día en ke mis mares se apacigüen. Les aseguro ke no veo el momento.

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