sábado, 3 de enero de 2009

Momento No-Zen II

Cuando empecé a trabajar en las empresa para la que trabajo ahora (soy asesora de ventas en una mutual – salud y sepelio, para abreviar) el jefe de ventas (mi jefe) me adelantó que el ambiente era hostil y lleno de intrigas, resultado de la competencia desmesurada entre los vendedores.
Pensé que estaba exagerando.
Mal que me pese, enseguida tuve que reconocer que tenía razón.
Desde ese momento, en cada una de las charlas que teníamos, en algún momento o dos aparecía la frase “yo qué te dije?” seguida inmediatamente por un gesto de incredulidad en mi rostro.
Es común, al tener un trabajo cuyo sueldo basa en comisiones, que la competencia surja casi a diario. Hasta para algunos puede llegar a resultar saludable, sobre todo para algunos jefes, que en general cobran también comisiones por las ventas de sus vendedores a cargo. Mayor competencia se traduce en mayores ganancias, siempre.
Algunos vendedores compiten “sanamente” y se las rebuscan para vender más que el vendedor que más vende, trabajan más horas, buscan de hacer stands, persiguen clientes que les refieren otros clientes, etc. También están los que, al saberse incapaces de vender más, intentan que el que más vende venda menos, tratan de serrucharle el piso de la manera que sea, puede ser hablándole mal del vendedor estrella al jefe o a otro superior, o tratando de robarle una venta, y siempre, invariablemente, la mayoría termina dedicando más tiempo a esta tarea que a aumentar sus ventas, y en consecuencia, terminan rindiendo menos que antes.
Y eso alimenta la envidia.
Por suerte o capacidad, (también por desgracia), a mi me ha tocado ser una de las vendedoras más criticadas y envidiadas de la empresa.
Básicamente, después de 2 años, he logrado vender casi el doble que la mayoría pero en menos de la mitad del tiempo, o sea que, como me gusta decir en la intimidad de mi casa, SOY AL MENOS 4 VECES MEJOR VENDEDORA QUE ELLOS.
Al ser así, disfruto en forma casi constante de las gracias de mi jefe, digamos, que soy una de las pocas subordinadas con las que él está dispuesto a negociar. Y eso les revienta la vida a la mayoría de mis compañeros. Y no se les ocurre otra cosa que inventar historias acerca del “dudoso origen” de mis ventas, romances bien pagados con el jefe y otras yerbas. Se la pasan hablando a mis espaldas. Buscan problemas en donde no los hay. Cada vez que les llaman la atención por algo, ponen mi nombre sobre la mesa, tratando de tirar la pelota hacia otro lado.
Y lo más cómico del caso es que las personas que inventan y difunden estas historias son las que han cambiado ventas por sexo, y en algún caso en particular, con varios empleados de la empresa.
Realmente estoy agotada de estos incapaces que son “más capaces” de poner en duda el trabajo ajeno que de ponerse a analizar cuáles son sus propias limitaciones, sus “incapacidades”; o de PONERSE A TRABAJAR.
Pero qué remedio. El tema se viene dando desde épocas remotas. Antes se mataba por envidia, por riqueza, por los favores del rey. Ahora se intenta matar dejando deslizar algún comentario malicioso. Estrategia más vieja que la injusticia. Injusticia dije? Como que viene al caso…

1 comentario:

  1. Por suerte parea algunos es una cuestión taaan interna que no se hace demasiado dificil abstraerse de todas esas mierdas.

    He trabajado en ventas casi toda mi vida y de los dos lados del mostrador (como vendedor liso y llano y como "coordinador") y creo poder afirmar que esos climas podrían perfectamente dejarse de lado sin perder competitividad.

    Por otro lado no tuve la suerte que intentaran canjearme sexo, buuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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