jueves, 18 de junio de 2009

Mix

Cuando era una adolescente todo el mundo me decía que yo tenía la cara de mi papá. Yo me ponía furiosa porque mi viejo no era muy agraciado, en cambio mi mamá era hermosa. Siempre lo fué. Por otro lado, por esas épocas yo me manejaba ante las cosas de la vida, como lo haría ella.
Hoy me sorprendo al ver en el espejo la mirada de mi madre (salvando la distancia impuesta por sus ojos turquesa, los míos son casi negros), los mismos gestos, las mismas arrugas que ya se van perfilando tímidamente. Veo el espejo y me doy cuenta cómo cada día que pasa, me voy pareciendo a ella, sobre todo en ese algo que tiene en la mirada, turquesa la suya y casi negra la mía. Veo el espejo y compruebo cómo todo mi rostro se va pareciendo al suyo.
Después, en otro momento - también mágico - me escucho dando una respuesta graciosa o sarcástica,(o porqué no las dos cosas) y me doy cuenta de en cuánto mi mente funciona como la de mi papá.
Ambas cosas son buenas. Me siento cómoda en este mix. Sobre todo porque mi papá ya no está, y yo pensaba que no me había heredado nada más que su cabello (gracias Dios!) y la forma de las manos... Me dejó mucho más que eso: la forma de relacionarme con los demás, el desarrollo de la autoestima, el gusto por vivir el día. Sobre todo eso, el gusto por vivir el día, por no estar aferrada al pasado y por no pensar demasiado en el futuro.
Carpe diem.

No hay comentarios:

Publicar un comentario